Low Cost


Leía esta mañana en el periódico "El mundo" un artículo sobre la estrategia low-cost de una compañía aérea muy conocida, "líder" en Europa en el segmento de bajo coste, y que ha decidido llevar el negocio al límite. Los pilotos y copilotos se financian su formación. En caso de incidente la tripulación se costea el alojamiento y la comida. Los contratos de las azafatas se realizan a seis meses con renovaciones en función de la venta a bordo que hagan. Y la captación de pilotos se efectúa a través de "brokers" o empresas de trabajo temporal. La aerolínea, aunque promociona billetes a coste cero, cuenta con hasta 9 tasas que hacen que los precios, en la práctica, no sean tan económicos (tasa por realizar el "check in" a través de internet, tasa de tramitación, tasa por llevar un bebé a bordo, tasa por transportar cualquier equipaje de mano... y según explica el artículo, la compañía se plantea cobrar por ir al baño).

Las presiones por ganar cuota de mercado y mantener los márgenes son enormes para las compañías, y algunas son capaces de llegar al límite y triunfar a costa de estar siempre al filo de la navaja. La pregunta es hasta dónde se puede seguir estirando la goma sin que se rompa. Algunas ya se han roto y muchos se lamentan de cómo se pudo llegar hasta aquí. Uno de los primeros ingredientes que se ven afectados en estas políticas extremas, sin lugar a dudas, es la calidad y aquí participamos todos en un interesante juego: la bajada de la calidad asumida, o no, por los consumidores. Por ejemplo la compra de un coche low-cost: el comprador acepta, al menos a priori, que su nuevo coche no tendrá las comodidades, acabados y prestaciones de un vehículo de gama alta. Sin embargo, hay otro tipo de productos o servicios donde el comprador exige la misma o incluso mejor calidad que antes pero a menor precio. La agresiva competitividad del mercado actualmente (la tarta no crece, y a veces mengua, y hay que repartirla sólo entre unos pocos) permite que se pervierta el modelo por parte de todos: el cliente, que exige máxima calidad y mínimo precio (aunque pienso que, al menos, de puertas adentro, el consumidor es consciente de que va a acusar una bajada de la calidad -no se dan duros a pesetas- pero que estas pequeñas "incomodidades" le merecen la pena con el ahorro que va a obtener). Y por la otra parte, el fabricante, que acepta y asume todos los compromisos de servicio y calidad sin pestañear con el fin de obtener su trocito de tarta. Este, por mucho que se transforme y mejore sus procesos de producción, llegará un momento donde tendrá que ofrecer productos recortados en alguno de sus ingredientes "estrella" para poder continuar siendo rentable o simplemente con el único objetivo de sobrevivir. En cualquier caso, y una vez adquirido el producto o prestado el servicio, ¿cómo será entonces la relación consumidor/fabricante cuando la realidad no coincida con las expectativas generadas?

El jueves pasado en una reunión con un cliente, me comentaba que un conocido suyo, dueño de una pequeña constructora, le decía que este era un año bueno para ellos. Consciente de ser un privilegiado al haber participado en una etapa dorada de la construcción en España -una excepción difícil de reproducirse de nuevo- que le había permitido ganar mucho dinero, ahora tocaba ajustarse a la menor demanda del mercado sin rasgarse mucho las vestiduras. Aunque una empresa de esta naturaleza, con un propietario único, se encuentra menos sujeta a las exigentes presiones del entorno: accionistas, cotización en bolsa..., es muy interesante la lectura que este señor hacía de la realidad partiendo de estas premisas. Probablemente, los resultados de esta pyme en el año 2010 sean buenos (no excepcionales, ya que como el propio significado de la palabra -excepcional: que se aparta de los ordinario, o que ocurre rara vez- no podrá repetir ni mejorar los números de etapas anteriores) y esto le permitirá etiquetar de éxito el presente ejercicio en vez de fracaso... como siempre la satisfacción en base a las expectativas generadas.

¿No será que lo que es "low cost" son los cerebros de nuestros políticos y dirigentes que nos abocan a este tipo de situaciones?

Comentarios

Unknown ha dicho que…
Hola Fernando.
Primero felicitarte por tu blog.
Yo creo que hay un doble efecto "Low cost", por un lado en las personas y otro en el negocio.
En cuanto al negocio Se puede conseguir este efecto mediante la estandarizacion de la demanda para su consumo por masas. Un ejemplo. Cuando los billetes de avión dejan de ser algo "exclusivo" puedes pensar en un modelo "masivo" donde los costes se pueden reducir. Por ejemplo, las líneas de bajo coste no vuelan donde tu quieres, vuelan donde vuelan y lo hacen cuando lo hacen. Es decir, que se concentran en los trayectos más rentables que les permiten llenar más asientos.
También han convertido toda la venta a bordo, así como la publicidad a bordo en un origen de beneficios en lugar de un coste (si estás 2 horas quieto sin poderte mover del asiento, puedes ser un buen público objetivo bastante cautivo.)
En cuanto a las personas, es algo que no tengo tan claro.
Fernando Villar ha dicho que…
Gracias por tus comentarios "Oracle 10g RAC". Está claro que el Low Cost es un modelo de negocio de éxito, lo seguirá siendo y además nos ayudará a comprender mejor, en algunos casos, los sobrecostes que estabamos pagando como consumidores con los modelos tradicionales. El límite está en el sentido común que se aplique. Esto determinará si el plan de negocio de las compañias es viable o se aleja cada vez más de la realidad y aún así hay que cumplirlo. Es entonces cuando se empiezan a hacer "cosas raras".