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Mostrando entradas de diciembre, 2019

Feliz Navidad

Nosotros somos de Reyes Magos desde siempre, sin embargo hoy, 25 de diciembre, me despierto antes que nadie y acudo al salón a mirar bajo el árbol de Navidad, por si Santa Claus hubiera tenido un error en su planificación o por si, quién sabe, el gobierno en funciones hubiese trasladado definitivamente los Reyes a Navidad. No hay regalos, todo sigue su tradicional orden. Vuelvo a la cama con cierta decepción. Paso por las habitaciones de mis hijas, ambas duermen plácidamente. La mayor abrazada a nuestro perrito que levanta la cabeza y mueve la cola cuando me ve. Me acuesto, mi mujer cambia de posición y continúa durmiendo. Pienso en mis padres, mis suegros, mi tía, mi cuñado, mis sobrinos, mis primos, mis amigos. Me gusta pensar que todos ellos ahora duermen felices en el silencio de la madrugada mientras yo, ahora, les observo en la distancia mientras velo su sueño. Comprendo entonces que hoy sí ha habido regalos y empiezo a ser un poco más de Papá Noel que de Reyes.

Plan B

     Sentado en la banqueta de la entrada traté de calzarme las botas recompuestas. Su renovada pero diferente anatomía impedía que mis pies entrasen.   Sí, así como se lo cuento Sr. zapatero. Y ya sé que ahora mismo estará pensando que me recomendó en la tienda que me las probase por si hubiese sido necesario realizar algún ajuste. Y que yo le contesté que andaba con prisas y sin tiempo. ¡Enorme error! Debí de haber seguido su consejo. Pues bien, después de muchos esfuerzos y acrobacias imposibles para mi avanzada edad, logré que mis pies quedasen confinados dentro. Estaba exhausto.      Congestionado y ya abrumado por los peores presagios me puse en pie. El calzado pareció cobrar vida pero realmente agonizaba. Intenté caminar. Mis primeros y torpes pasos apenas levantaban del suelo. Era un andar reptiliano, penoso, ajeno, pero sobre todo doloroso, como si el peso y volumen de un enorme saco sobre mis espaldas -qué ironía estará pensando usted- se trasladase al interior de mi d

Enemigo

     Busco al peor de mis enemigos y lo imagino oscuro, falso, envidioso, lleno de rencor y odio. Trato de representarlo físicamente y observo a un hombre, nunca una mujer. Es de estatura media, delgado y anguloso, expresión chulesca pero distraída como si no fuera con él la cosa. Apenas tiene boca cuando calla. Sus ojos grises y fríos como el mármol se clavan en mí mientras hablo. Yo le observo y de su mirada sale el desprecio que su mente destila. Me siento desnudo ante su insolente y gélida soberbia. Cada palabra que brota de su muda boca me golpea como un mazo y noto que se desgarra algo en mi interior. Sin embargo, registro cada rincón de mi existencia tratando de encontrarle, y no lo consigo. No hay nadie así en mi vida y si lo hubo lo olvidé. Quizá tenga idealizado a mi enemigo y espere mucho de él. A lo mejor, por mis años, ya va llegando la hora de que me busque enemigos más asequibles que pueda adoptar. Siento a la vez temor y vergüenza por no tener aún nadie que me sumin

Mi maestro

Le veo venir a través de la ventana, pasos cortos pero rápidos, nunca tuvo paciencia para estar ni para llegar. Ahora, la espalda ligeramente encorvada, con su cabeza plateada precediéndole, acentúa aún más esas urgencias que siempre acarreó. Los 81 años de vida le empujan con la consciencia y el pragmatismo que me regaló. No soportó la incertidumbre y huyó de ella, no consintió el desorden y lo domesticó, no toleró la incoherencia y la despreció. En el viaje de la vida me inoculó a su manera todos estos activos. Vivió la posguerra y por ello quedó discapacitada su arbitrariedad y su existencia pero supo manejarlas para hacerme libre. Hoy, sin tiempo ya para disimulos, le observo y reconozco su esfuerzo. Cuando quedamos soy yo ahora el que finge para hacerle dichoso y, como un guante, me adapto a su pensamiento ya sin máscaras. Él ahora termina su viaje y yo ocupo su puesto, me convierto así en su mentor, le ofrezco mis armas que son las suyas y le acompaño en el camino de vuelta a c