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Mostrando entradas de febrero, 2020

Vacaciones

He madrugado para bajar a la playa, como siempre. Apenas setecientos metros separan el hotel de la orilla. No hay nadie, solo el peñasco en medio del mar, frente a mí, menguando al ritmo que sube la marea. Nado cada mañana porque dentro del agua las cosas son más fáciles y mi mundo se ordena con menor gravedad. Borja duerme pero sabe de mi rutina diaria. Ya no se asusta si despierta y no estoy. Me espera siempre en la habitación jugando a la Play.      Voy al peñasco y vuelvo, esa es mi rutina, en total no llegará a tres kilómetros. Apenas ha amanecido y una luz naranja envuelve las montañas que se bañan en el mar.   El agua está fría, muy fría pero sé que cuando lleve unas cuantas brazadas dejaré de temblar. Mi cuerpo se desliza por el agua suavemente, sin resistencia apenas. A cada brazada saco la cabeza y corrijo el rumbo hacia el peñasco. Ya estoy casi. Tan solo unos metros y alcanzaré la diminuta isla. Doy una patada, estiro los brazos y consigo agarrarme a la roca por la que