Todo volverá a ser igual
Ya hace varias
semana que estamos en estado de alarma confinados en casa. En mi diario es solo
un párrafo el que me separa de la cotidianidad de la vida anterior. Todo parece
tan irreal, tan distópico. Las calles del planeta vacías mientras a diario
cientos de personas mueren y miles se contagian. El miedo se acomodó en
nuestros cerebros y, como otro virus más, se reproduce sin descanso.
Permanecemos en nuestras casas a modo de trincheras. De vez en cuando hay que
salir a comprar y sortear las balas que silban a nuestro alrededor. Volvemos a
casa con leche, pan y coronavirus para toda la familia. Las noticias siempre
son malas, las curvas erectas crecen hacia el cielo como si se hubieran
intoxicado de viagra. No abren ángulo. No desfallecen. Les llaman curvas pero
es un bulo geométrico que nos creemos cada día. Esperamos el gatillazo pero de
momento no se produce. Nuestros soldados visten de blanco, verde, azul o de
paisano y cada día salen de la trinchera con discreción para luchar frente a
frente con el monstruo. Son un puñado de personas mal armadas y mal pagadas que
se juegan la vida cada día, por nosotros, por la humanidad. Todos son
irremplazables y cada baja es un drama. Las impresoras 3D no fabrican aún
héroes y el big data solo lo sabemos utilizar para felicitar los cumpleaños de
los clientes. Pensábamos que éramos una sociedad avanzada y un bicho se nos
coló por la puerta de atrás. Nadie sabe de dónde salió aunque todos opinan.
Venceremos y el premio será reconstruir el mundo. Y como es un lío hacerlo de
otra manera, lo volveremos a componer como antes, como el que teníamos,
asentado en la economía y la estupidez, y no en los valores. Saldrán del
armario los influencers, celebrities
y futbolistas ricos, dejando sitio en el olvido a nuestros héroes vestidos de
cicatrices. Tranquilos, todo volverá a ser igual que antes.
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