Mi maestro
Le veo venir a través de la ventana, pasos cortos pero
rápidos, nunca tuvo paciencia para estar ni para llegar. Ahora, la espalda
ligeramente encorvada, con su cabeza plateada precediéndole, acentúa aún más esas
urgencias que siempre acarreó. Los 81 años de vida le empujan con la
consciencia y el pragmatismo que me regaló. No soportó la incertidumbre y huyó
de ella, no consintió el desorden y lo domesticó, no toleró la incoherencia y
la despreció. En el viaje de la vida me inoculó a su manera todos estos activos.
Vivió la posguerra y por ello quedó discapacitada su arbitrariedad y su
existencia pero supo manejarlas para hacerme libre. Hoy, sin tiempo ya para
disimulos, le observo y reconozco su esfuerzo. Cuando quedamos soy yo ahora el
que finge para hacerle dichoso y, como un guante, me adapto a su pensamiento ya
sin máscaras. Él ahora termina su viaje y yo ocupo su puesto, me convierto así en
su mentor, le ofrezco mis armas que son las suyas y le acompaño en el camino de
vuelta a casa.
Comentarios