Teoría de la relatividad
No entiendo nada, 2020 ha sido mi
mejor año, además estamos en Navidades, sin embargo, todos parecen tristes. No
se percibe la alegría de otras veces. Y la verdad, por más que le doy vueltas, no
encuentro motivo. Recuerdo el comienzo como siempre, tumbado plácidamente en el
sillón, con el concierto de año nuevo sonando de fondo mientras la casa se
llenaba de aromas increíbles procedentes de la cocina. Luego llegó la familia y
pudimos degustar esos sabrosos manjares.
Al principio
todo apuntaba como cualquier año, cada uno en sus trabajos y colegios, y yo
esperando con la ansiedad que me caracteriza. Sin embargo, al poco tiempo
comprobé que las cosas habían cambiado. Todos estábamos en casa, yo empecé a
salir más que nunca y pude encontrarme con mis amigos en muchas ocasiones. Estaba
muy feliz. Y así discurrieron varios meses hasta que llegaron los calores del
verano y nos fuimos de vacaciones. Y esta vez, juntos, no como algún año atrás
que yo no pude ir. Disfruté un montón del mar y el calorcito de la playa.
Recuerdo especialmente la fragancia a jazmines cuando salíamos por la noche a
pasear, las risas de los peques saltando entre las olas o los buenos ratos en
el chiringuito contemplando embobado como las sardinas, clavadas en cañas
salvajes, se iban asando lentamente.
Pensé
que, a la vuelta de las vacaciones, ya cada uno se incorporaría a sus trabajos,
pero no, con gozo descubrí que continuaban desarrollando sus tareas en casa.
Llegó el otoño y desde la ventana podía ver el hermoso tapiz de hojas que
cubría las calles, a las personas paseando con sus perros, a los niños jugando
en el parque de enfrente. Luego, los fríos se fueron adueñando del barrio y
enseguida las luces de Navidad empezaron a iluminar la ciudad que se abarrotó
de gente. Yo estaba exultante.
No
obstante, algo no iba bien, solo los niños parecían ajenos a la tristeza que
invadía el hogar. El sonido de las conversaciones en casa era oscuro y plano. El árbol de Navidad lucía esplendoroso y
aparentemente todo era normal, pero algo no iba bien. Fue en las celebraciones
cuando descubrí que éramos menos que otros años a la mesa. Entonces sí escuché
a los niños quejarse y pedir explicaciones a papá y mamá. Tampoco quise darle
mucha importancia a este hecho que, como digo, no enturbiaron un año perfecto
para mí.
Hoy es el día
de Reyes y hay un montón de regalos al pie del árbol; estoy deseando ver las
caras de los niños cuando se despierten y vengan al salón excitados con sus
rostros colmados de alegría. Eso sí, espero que con todo el jaleo que se va a
montar, no se olviden de sacarme para dar el paseo diario por el parque y poder
olfatear a mis amigos.
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