Todavía estaba allí


Y llegó septiembre y el dinosaurio todavía estaba allí. Después de la comedia estival vivida, Augusto Monterroso con su célebre microrrelato resume a la perfección lo sucedido. Durante agosto, giramos la cabeza a un lado y representamos nuestro papel de veraneantes con fronteras. A falta de vacunas, nos inyectamos geles y mascarillas para sortear los miedos. Cuadriculamos las playas y nominamos a las terrazas y restaurantes "oasis anti-COVID" donde uno podía desprenderse de sus armaduras y liberar sus bocas con riesgo cero. Gastamos sin remordimiento con la coartada de levantar la economía y así, entre gin tonics, paellas, fiestas y tumbonas, nos sentíamos como si fuéramos arrojados voluntarios de una ONG global. 

        Ahora hacemos recuento y recogemos los frutos resultantes. Pero aún no terminó la temporada infinita; seguimos sembrando y abonando los campos, las ciudades, las playas, los restaurantes, las casas, los colegios, las empresas, las calles, los supermercados, los cines, la montaña, los bares, los jardines, el metro, las terrazas, los talleres, la universidad, los hoteles, las iglesias, los aviones. Nuestros enfermos y muertos crecen saludables en cualquier terreno, geografía y condiciones. No requieren muchos cuidados para su desarrollo. Si los abonamos con inconsciencia e irresponsabilidad crecerán mejor y más rápido, pero si además utilizamos un sustrato a base de gobiernos incompetentes, nulos e inoperantes, auguramos cosechas dignas de los mejores años de la peste, la viruela o el sarampión. 

        El dinosaurio conoce todo esto y por ello, esta vez, no se extinguirá y seguirá despertándose a nuestro lado cada día.

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