Parada
Esas alas de plástico servían para volar, para elevarse por
encima del mundo y escapar de la asfixiante realidad. Al principio solo se las
ponía unos minutos, a modo de ensayo, y apenas volaba dos o tres metros sobre el
suelo. Eso era suficiente para intuir una seductora sensación de paz. Necesitaba
volar más alto y más tiempo para estar lejos del miedo, los llantos, los
golpes, la vergüenza y las burlas de los compañeros. Un día las alas de
plástico se rompieron, el niño cayó y también se rompió. La autopsia reveló que
mucho antes de la caída se le paró la esperanza.
Comentarios