Aquí estoy y aquí sigo


 Foto: Arno Rafael Minkkinen


Aquí estoy y aquí sigo. Más vivo y sabio que nunca. Jamás imaginé que podía tener una experiencia límite como la vivida y que empezaba el 20 de enero de 2017. Estas cosas, piensas, siempre le pasan a otro, al de al lado, a tu vecino, a tu amigo, a la novia de tu conocido… pero nunca crees que algo así puede ocurrirte a ti.

Afortunadamente todo ha quedado en un gran susto, un pequeño cambio de estilo de vida y sobre todo grandes movimientos “de mis placas tectónicas” interiores. Dada la gravedad de lo ocurrido, estar como estoy a día de hoy y sentirme como me siento, parece un auténtico milagro. La gente alucinaba y sigue alucinando cuando me ve y les explico lo ocurrido. Y a mi me entra un gran vértigo, viejo conocido, por las diferencias entre lo pasado y lo actual, lo que fui y lo que soy, en definitiva por las frágiles fuerzas que lo sustentan y el débil equilibrio que subyace en nosotros. Solo es una línea muy tenue la que separa nuestro feliz hoy de la catástrofe total. Así lo he aprendido estos meses, la letra con sangre entra,  e irremediablemente parece que así es, solo aprendemos lecciones si somos los protagonistas. Mis riesgos está ahí y mañana todo puede volverse oscuro de nuevo. Tengo un nuevo compañero de viaje para siempre, el miedo. Se vino conmigo desde el hospital y tiene un espacio en mi vida. Afortunadamente aprendí que se puede vivir con él y que es quizá más responsable tenerle sentado a tu mesa. Hemos llegado a un acuerdo y nos respetamos, él sabe que tengo que vivir y yo soy ahora consciente de que no soy inmortal y que cada día es un regalo. Con este tratado de no agresión los riesgos no me torturan, no los alimento y no los pienso. Quizá mi actitud innata positiva en este caso podría pensarse que roza la inconsciencia o mejor (prefiero) es un signo de fantástica salud mental. En cualquier caso, sea la causa que sea, ahora suma en mi recuperación. El “coco” es importante y clave para que una rehabilitación física cuaje adecuadamente y una buena higiene mental imprescindible para ello.
Por otra parte, sigo recibiendo, aún desde el asombro ajeno, muestras de interés y cariño de todos los que me rodean, algunas ya son protocolarias, otras afectuosas y unas pocas sobreprotectoras, da igual, todas actúan como un bálsamo sobre mi.

También mi hito de incorporación al mundo laboral ya se produjo y suman ya casi 3 meses. Las dudas me acompañaron (y me acompañan) en esta fase, dudas razonables tanto en cuanto a mi capacidad y utilidad post-infarto pero sobre todo en cuanto a mi relación con el trabajo y mi disposición a consumir ciertos tóxicos diarios que no creo sean los mejores “alimentos” para mi ahora, ni quizá ya para nunca, ni deberían serlo para nadie. Nos inventamos relatos y ficciones para ordenar el mundo (gracias a ello sobrevivimos) el empleo es uno de ellos y en numerosas ocasiones perdemos la perspectiva haciendo que el relato invada la realidad interior de cada uno. Y cuando ello ocurre nos perdemos en un mundo hostil que solo a base de energía, tensiones y sufrimiento nos permite sobrevivir en un mundo ficticio y artificialmente competitivo que creemos es el real. Ahora mi experiencia me permite reinventar mi relación laboral y a día de hoy ando en la senda de descubrir que es posible hacer las cosas de otra manera, con mayor sosiego, mayor humanidad, poniendo foco, eliminando lo superfluo y centrándose en lo importante. Otro regalo de mi, a priori, problema.
Lo que ha abierto todo esto es un espacio de reflexión importante, tanto en mi baja donde tuve mucho tiempo para pensar en el hospital y en casa, como ahora ya “en acción”, donde voy experimentando cómo quiero seguir viviendo. Los budistas tienen una gran pregunta a hacerse cuando una desgracia llama a tu puerta: “¿Bueno, malo? Quién sabe”. Solo el paso de los años y el saber leer e interpretar lo que nos ocurre para luego actuar en consecuencia puede invocar la magia de la alquimia para que un problema se convierta en oportunidad.

Comentarios